miércoles, 12 de julio de 2017

¿Pensar? ¿Decidir? ¿Hacer?

¿En qué momento dejé de pensar? ¿Cuándo perdi la capacidad de analizar las cosas? 
¿Cómo he llegado al punto de llevarme por impulsos? 
No se si puedo parar.
No se si quiero.  
Algo en mi estómago me dice que debería hacerlo.  
Mi cabeza da vueltas. De culpabilizarme a que me deje llevar,  en un bucle sin fin que me desconcierta. 
Cuándo eres una persona que le gusta tenerlo todo controlado,  pensado meditado y no dejas nada al azar...
Nada de esto sirve, ¿qué haces? 
Cada segundo una sensación diferente,  incredulidad,  emoción,  desesperación,  alegría.  
Una montaña rusa que no tiene fin. 
¿Y si?  es una pregunta que ya no me he hecho porque significa que tengo que pensar las consecuencias y no quiero hacerlo.  
Tengo miedo a conocer el camino elegido,  pero no puedo parar y avanzo firme,  casi sin dudas a ello.  
No voy a detereme, es un reto y hace tiempo decidí que no dejaría ninguno sin inentar. 
La incertidumbre me desconcierta,  me provoca ansiedad,  pero también me llama poderosamente a encontrar que hay después. 
Tiembla mi cuerpo por la tensión de no saber controlar mis emociones,  es un estado nuevo que desconozco pero me intriga.  
¿Y cuándo todo pase?  ¿Qué?  ¿habrá meredo la pena?  ¿Será todo cómo antes? 
No se.