domingo, 1 de julio de 2018

Nuestras horas

- Perdona,  me entretuve recogiendo el correo. 

Entró decidida en en salón acercándose y dandole un beso ligero en los labios. Como hacía cada vez que se veían en esas circunstancias. 
Ella dejo sus cosas en el banco de la entrada y abriendo el bolso saco su móvil y en tabaco para dejarlo en en salón. 

- Bueno y ¿ has currado mucho? Le preguntó mientras se disponía a preparar su vaso de culo ancho lleno de hielo,  para mas tarde echar el whisky que se beberían a sorbitos compartiendo.

Era todo como ritual premeditado.

Ella se iba desnudando mientras le contaba los chismes del día,  él la miraba atento a todos sus movimientos.

Mas tarde sentados en el sofá con las piernas entrelazadas hablando de cosas sin importancia y fumando un par de cigarrillos,  Era su rutina esporádica y a ella se ceñían y se aferraban.

La conversación se tornaba por momentos mas intensa  o picante dependiendo de sus estados de ánimo,  de sus ganas de implicarse o dejarse llevar.

Y entonces es cuándo todo empezaba.  

Ese lapso de tiempo en el que solo existían ellos.  Sus cuerpos desnudos,  sus lenguas enlazadas,  manos inquietas y la piel pegada para aprovechar cada segundo de contacto. 

Todo era dicho por sus ojos,  que no se permitían cerrar,  para poder saber que no era un sueño.  Las miradas eran tan intensas que quemaban y a ratos dolían.
Estaban compenetrados, ansiosos por disfrutar sus cuerpos, como nadie mas sabía hacerlo. 

La temperatura subia y subia,  les faltaba el aire, boqueaban con sus labios unidos intentando robarse el aire mutuamente.
Las manos tenían vida propia explorando cada centímetro de piel,  como si no la conocieran,  como si quisieran dejarla grabada para siempre en su memoria por si no había proxima vez. 

El silencio roto por sus gemidos, sus frases a medias y el choque de sus cuerpos. Lo hacian sin descanso,  por miedo a que sus momento terminase,  ese momento que  esperaban con desesperación cada una o dos semanas.

Disfrutaban de sus fantasías juntos,  reían,  se retaban de vez en cuando se medían,  era su peculiar manera de dejarle claro al otro lo importante que era sin reconocerlo.

Pero el tiempo juntos tenia duración determinada. 

-Sácame una toalla anda.  Y con aire despreocupado en ambos empezaba de nuevo su otro ritual, el de despedida. 

Depués de tanto tiempo a veces era difícil separar tanta intensidad con una mera transacción y se cruzaban rozandose,  se hacían pequeñas confidencias,  mantenían conversaciones como si de una relación se tratase. 

Ya habia terminado de vestirse y estaba casi en la puerta. 
- ¿Llevas todo? .
- Si,  todo,  lo he codigo de encima de la mesa.

Y así terminaba otra vez la mejor historia de amor,  sexo y amistad de sus vidas,  esa que no se atrevían a sacar fuera de esas cuatro paredes. 

Vergüenza,  el qué diran,  responsabilidad.

Horas....Esa que les hacía tan infelices cuándo se cerraba la puerta.




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