No iba a ser el mejor de los días, eso lo intuía, bueno más bien lo sabia. En cuanto puso el pie en el suelo por la mañana supo que algo no iba bien.
Odiaba sus corazonadas, por que por mucho que lo esquivase, o ignorase no servía de nada. La experiencia es un grado dicen y siempre terminaba pasando algo.
A media mañana, la angustia se agarró a su estomago, no era capaz de identificar si alguna vez había sentido algo parecido. Pero no, nada se asemejaba a esta sensación asfixiante.
Le costaba respirar, no era capaz de tragar con normalidad, dentro de su pecho sentía que el corazón no latía de forma normal, acompasada; no sabría decir cual era su ritmo, pero algo le decía que no era el de siempre.
La sensación de agobio iba aumentando por momentos. Su traquea parecía que tenia un aro de goma que se iba cerrando por momentos dejando tan poco espacio para el aire que se sentía mareada.
Cerró los ojos y pensó en como su cuerpo y su mente se había revelado contra ella y la estaban haciendo pasar este infierno. Pero no, no encontraba nada que justificara esa sensación de desazón, pánico, intranquilidad que se estaba apoderando de su ser poco a poco.
Se obligó a respirar. Abría la boca y cogía todo el aire que sus pulmones le permitían y casi dolía sentir como se adentraba. Era fresco muy fresco, y doloroso, se estremecía el resto del cuerpo a su paso.
Un escalofrío intenso le cruzo por la espalda dejándola, fría, sudorosa, temblando.
Necesitaba controlar la situación, pero se le iba de las manos por momentos, y no era capaz de pedir ayuda; ¿cómo? ¿A quién? No, no podía.
¿Y si dejo que pase? Se preguntaba pensando que así ignorándolo y pasaría o no pero no podía controlar que estaba pasando y…
Todo se puso negro