Se despidió de ella con un beso y se marchó.
Ella no esperó a que desapareciera de su vista para cerrar la puerta.
Hacia daño, mucho daño.
Tantos meses compartiendo conversaciones, intimidad, quizás amistad pero ya no quería nada más.
Había sentimientos si, pero no los que se esperan de alguien ¿enamorado?. Ya no había hormigueo en el estómago, ni ilusión, ni ganas. Quedaba una sensación de vacío y pereza bastante profundo y con esas sensaciones no sale adelante ninguna relación.
No sabría decir el momento exacto en el que todo se fue a pique, a lo mejor no hubo un momento exacto sino un cúmulo de cosas que poco a poco habían dejado paso a la desidia, al olvido, al hastío.
Estaba segura de quererle pero no cómo el necesitaba. Ahora no tenía nada que ofrecerle.
Deseaba estar sola, el simple hecho de pensar en compartir con él su espacio, su tiempo, su mente, no le gustaba la idea.
Ahora dolía. Pero no dejar de quererle, dolía la certeza de no desear todo aquello que había hablado que se habían prometido. Para ella algo había cambiado.
Él no lo entendía, se quedó mudo cuando ella le dijo que no volverían ya verse, que ya no le necesitaba. Fue muy dura, quizás demasiado, para de verdad cerrar la puerta a un "otra vez".
¿Por qué? para negarle a él una oportunidad o ¿era a ella misma a la que dejaba sin opción?
Según pasaban los minutos pensó que su arrebato había acabado con la historia mas bonita que podría tener, se desplomó en el suelo del pasillo arrodillada mientras que de sus ojos brotaban las lagrimas más amargas que nunca antes había derramdo.