Hay veces que pasa.
Después de la intensidad, la complicidad, la amistad, el amor, queda un agujero de vacío, de silencio.
No siempre es visible de primeras, pero otras veces es el propio silencio el que destaca sobre todo, reclamado su espacio.
Si eso pasa, ya no hay marcha atrás.
Solo queda salir de la manera menos invasiva, para que quede un buen recuerdo.
No siempre es fácil.
Hay veces que se quiere gritar, exigir, saber, pero solo para justificar actos que no se entienden o no son compresibles, según seamos.
Y eso no lleva a ningún lado.
Cuando no hay nada más que decir, lo mejor es dejar ir y olvidar.