Había pensado en volver, pero por decisión propia, no por
circunstancias que se me escapaban de las manos.
Estaba sentada en la
terraza, mirando al mar, era mi momento favorito del día desde que salí huyendo
de su casa.
Un toquecito en el hombro.
Te acaban de llamar. Deberías hacer las maletas e irte, y aun
así no sé si llegarás a tiempo - Susana sabía cómo decirme las cosas, si en vez
de coger el recado de esa manera, como ordenándome ir, me hubiera pasado el
teléfono, sabe que no iría.
Hacer la maleta fue un suplicio. Una lucha interna conmigo
misma, imaginando una y otra vez las situaciones y conversaciones que me podría
encontrar.
El vuelo no fue mucho mejor, todo lo que creía superado,
olvidado, aparecía de golpe en mi cabeza, haciendo sentir que estos 8 años no
habían pasado.
No había nadie esperándome, como era lógico. Me acerqué a la
parada de taxis y aguarde la cola. No tenía ninguna prisa por llegar.
Hola, has venido - dijo mi hermana con su habitual tonito de
superioridad.
Sí, estoy aquí. ¿Dónde está? - pregunté sabiendo de antemano
que llegaba tarde, pero tenía la esperanza de poder decirle adiós.
Lo siguiente que recuerdo son muchas personas que no conocía
dándome el pésame, lloros de fondo y cuchicheos sobre la mala hija que vuelve a
limpiar su conciencia.
Fueron unos días muy raros, yo sola, apartada. No es que
tuviera mucho que decir pero tampoco me dieron Opción. Así que lo único que
quería era liquidar papeles y largarme de allí. ¿Por qué habría hecho caso a
Susana?
Me comporté como una "buena" hija, firmé todo lo
que me dieron, no pedí nada y me prometieron llamarme si hubiera algo para mí.
Cómo si ese algo que ellos ansiaban a mí me fuera a solucionar el vacío que te
provoca no despedirte de tu padre. Y me marché con la certeza de no volver.
Estaba sentada en la
terraza, mirando al mar, era mi momento favorito del día desde que salí huyendo
de su casa.
Un toquecito en el hombro.
Ha llegado este sobre para ti, si me necesitas estoy dentro
- Susana me puso el sobre en las piernas y mientras andaba hacia la casa me
acarició cariñosamente la cabeza.
Cogí el sobre con tanto miedo que me temblaban las manos. Lo
abrí, un post-it amarillo pollo que ponía una nota firmada por mi hermano el pequeño:
Encontramos esto en la mesilla de tu padre con una nota
que decía que te lo mandáramos. Jorge
Qué detalle por su parte.
Mi padre quería que me llegara, que yo tuviera algo de él. Y
me sentí la peor persona del mundo, por no darle una explicación de mi huida y
no haberme despedido.
Y es algo con lo que tengo que vivir.
(cont.)
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