Poco a poco te colaste en mi.
Conseguiste que confiara, que me dejara llevar que me abriera y te confesara mis pensamientos, mis anhelos, mis sueños. A base de paciencia, constancia y espera crecí, tiré barreras, modifiqué pensamientos y me dejé guiar.
¡Ay! Qué tiempos más buenos esos en los que disfrutábamos de nuestra compañía, de nuestra conversación de nuestra intimidad. Todos ellos se quedan guardados en mí, para recurrir a ellos cuando piense en algo de verdad.
Pero el tiempo pasa siempre, y con ello el olvido, la pereza, la necesidad. Ya conseguiste todo de mi y ahora te alejas muy despacio tanto que no me he dado cuenta hasta que ya no estás.
Y ahora ya no me llevas de la mano, ya no me escuchas, ya no me atiendes ya no te siento. Y duele. Bajé tanto la guardia que ahora me siento desnuda, desarmada, sin nada a lo que aferrarme y seguir.
Podría decir que todo es tu culpa pero no, es mía. Yo dejé que esto pasara, que te colaras sin pedir permiso, que cogieras lo que necesitabas sin pedir nada a cambio, confianza se llama.
Ahora no estás y no sé que hacer, estoy perdida pero decidida a salir, no sé cuanto tardaré cuanto durará cuanto sufriré, pero lo haré y me he prometido no volver a caer en el mismo error.
Yo por encima de todo, de ti también.