Poco a poco los recuerdos se difuminan.
Cuándo es de personas que no están, es más duro.
No es un proceso rápido, ya que al principio están tan nítidos y recurres a ellos constantemente para mantener viva las sensaciones y sentimientos unían.
Y va pasando el tiempo y cada vez parece que se evocan menos, que no se recuerdan tan fácilmente.
Y un día un olor, se cuela y te inunda una sensación tan dolorosa y placentera a la vez.
Repites, vuelves a oler por si ha sido una mala pasada de tu cabeza, pero no, el olor es el mismo.
Y cierras lo ojos y empiezan a aparecer más imágenes, sensaciones, recuerdos muy vívidos.
Ese era su olor, el aroma del jabón con el de su piel se mantenía durante horas. Ya fuera pasando cerca de él o acercando la nariz hasta su cuello, respirándole.
Ese mismo olor, que nos volvía locos cuándo solo éramos piel con piel.
Idéntico al de después de sexo desenfrenado y agotador.
Siempre ese olor, su olor.
Ese que ahora que vuelvo a sentirlo y no quiero olvidarlo.
Pero la mente es sabía, y si no te deshaces de ese olor, no puede aparecer otro que te llene , tanto o más que el perdido.
Es el momento de dejarlo ir, que huela cada vez menos a ti.