Desde qué he abierto un ojo a las 6, ya sabía que no iba a ser bueno.
No ha pasado nada malo, pero me va el drama ya lo sabes.
Pequeñas cosas que no puedo controlar y eso me inquieta, molesta y hasta me cabrea a partes iguales.
Y entonces es cuando necesito hablar.
Pienso muy bien la llamada, es muy pronto.
Llamo y no hay respuesta.
Empieza la rutina, que últimamente es rápida, llena de incidencias, pendientes y mucha responsabilidad.
Y cada vez me siento más cargada.
El ritmo no para y yo debería hacerlo pero no es buen momento.
Y llegan los cambios.
Hoy se materializa uno que hará que el espacio que he ocupado durante 15 años cambie, con todo lo que ello conlleva.
Y de repente he sentido vértigo.
Necesito gritar, ahora hablar se queda corto .
Me doy un respiro, puedo con el cambio, lo haré a mí ritmo. Además se que es bueno y que será mejor.
Pero el día no termina, quedan las responsabilidades. Las que nunca abandono, ni relego, ni esquivo aunque me cueste como hoy, la misma vida .
La recompensa es maravillosa, la sonrisa de mi hijo, su felicidad, por encima de todo eso es lo importante.
Me dejo mil pequeños detalles que en cualquier otro momento pasan desapercibidos, pero que hoy me han dejado marca, me han pesado, casi pueden conmigo.
Eso sí, todo hubiera sido infinitamente más fácil si hubiera contado contigo.
Pero para eso tenías que haber estado y yo saberlo.
¿Estás?
No, creo que no.
No hay comentarios:
Publicar un comentario