Te dejé decidir desde el primer día.
Eras el dueño de todas las decisiones.
Pero eso no lo supe ver hasta mucho después.
Tu decidiste cómo conocernos.
Cómo nos relacionamos, como nos hablábamos.
Hasta decidiste cuándo podíamos querernos.
Llevando el ritmo, los tiempos, todo.
Qué era importante, qué no.
Hasta como debíamos sentir.
Llegué a pensar que era mutuo.
Y cómo un deseo de un niño pequeño, como un capricho fugaz , de esos que cuando se han conseguido ya han perdido interés, empezaste a decidir de nuevo como iba terminar.
Tu decidiste que ya no había tiempo, que las cosas habían cambiado.
Qué el espacio, la distancia era lo mejor para nosotros en estos tiempos.
Qué no era necesaria la continuidad, la complicidad, las conversaciones.
Qué así estábamos bien, que no hacía falta más que el interés, aunque éste fuera distinto para cada uno de nosotros.
Y así es como terminó.
Así decidiste.
Así fue.
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