Me había imaginado su cuerpo desnudo de espaldas a mi mirando por la ventana, pero verla así en mi casa, relajada con la situación como si fuera algo habitual, era mejor mucho mejor que lo soñado.
-Hola, ¿ya estás?- me dijo girándose y con una maravillosa sonrisa en la boca.
Ella siempre sonríe.
Me descoloca, es tan segura de si misma y se muestra tan ella, que me hace pensar que no es real, que esconde algo.
Se acerca a mi sin dejar de mirarme a los ojos y me besa, primero un beso pequeño, corto, ligero, después uno con mucha intensidad.
-Te cojo un cerveza ¿vale? Me das sed Ja ja. Y girando sobre si misma se dirige a la cocina contoneándose sabiendo que la miro embobado.
Vuelve, mirándome y sin dejar de sonreír me toca y se sienta a mi lado.
Da un sorbo a la cerveza y empieza hablar como si nos estuviéramos desnudos, como si no hubiéramos disfrutado de nuestros cuerpos durante horas.
En ella todo es natural. Todo pasa sin que te des cuenta, es sencillo, no tiene dobleces, se disfruta.
Creo que podría acostumbrarme .