No es algo rápido, muchas veces poco a poco la distancia entre dos personas se agranda cada vez más.
Es algo progresivo que hace costumbre al silencio, a las frase entrecortadas, a los planes cancelados, a los besos no dados, a los olvidos y a los detalles perdidos.
De vez en cuando hay un acercamiento, pero es fugaz, no deja huella. Y entonces vuelve despacito el vacío haciéndose su hueco.
Un vacío entre dos personas que han pasado todo juntos, que se conocen, que comparten vida y hasta es más que probable que se quieran.
Pero el tiempo pasa por encima de todo aquello que no atiendes, que no cuidas , que no ves, y lo arrasa.
Y llega el día en que esas dos personas se miran a la cara y no se reconocen en los ojos del otro y la tristeza es inmensa porque no supieron ver a tiempo qué sucedía sin poner remedio.
Y ahora, ¿Qué? Más silencio, más miradas esquivas que no favorecen el punto y final.
Por qué eso es el final, cuándo ya no hay nada, se termina.
Aunque haya dudas, aunque no sepan si quieren que suceda, aunque les duela, aunque no sepan cómo hacerlo.
Hasta aquí llegaron y a partir de ahora, ellos, ellos solos.