Me desvelo y al darme la vuelta te veo tumbado boca abajo , casi dándome la espalda.
Me acomodo y te miro.
Me cuesta adaptar mis ojos a la oscuridad, apenas entra un poco de luz por la ventana. Es noche cerrada, será alguna farola de la calle.
No se cuánto tiempo pasa, pero cuando consigo verte bien, sonrío.
Me acerco muy despacio, no quiero despertarte.
Me acerco mucho. Probablemente no haya ni un par de centímetros de separación.
Cierro los ojos y aspiro , te huelo, me lleno de tu olor. Increíble.
No me resisto a no tocarte. Lo haré muy muy despacio.
Y empiezo a besar despacio y lentamente un lunar, otro lunar .
Y así el centenar de ellos que tienes solo en la espalda.
Se que estás despierto, pero no quieres que pare, lo sé.
Cuándo creo que he terminado con la espalda te giras tan despacio que parece que no terminarás de hacerlo nunca.
Me miras y dices un hola soñoliento, casi inaudible.
Pero yo todavía tengo tarea, seguir marcando el camino de lunares de tu cuerpo.
Beso tras beso, lunar tras lunar.
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