Había costado meses, pero de repente una frase de un libro que leía de forma compulsiva por lo adictivo del texto y la querencia a la autora, me dió la clave de todo.
Le quería, le quise y probablemente le quiera siempre, pero eso no es lo que dolía.
Lo que hizo herida es que hubo un momento que pensé que me quería cómo merecía, como me merezco, como debería ser.
Es bastante simple en papel y parece muy claro cuando se lee. Pero cuándo buscas que te quieran por qué quien lo tiene que hacer lo dejó de hacer o no te lo hizo saber, te agarras al espejismo de la novedad, el cariño, el deseo, la sorpresa, el descubrimiento, te agarras a eso dejándote llevar.
Y mientras leía, el tiempo, las llamadas, los mensajes , las visitas, el silencio, los besos, las lagrimas, los viajes, los malentendidos, la vida ,por fin encajó todo cada pieza en su lugar.
Y sólo podía llorar sin consuelo por no haber sentido cuándo alguien te quiere de verdad.
Por qué que te quieran no implica notarlo, sentirlo, saberlo.
Y yo necesitaba todo eso
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