Era media tarde de un día de invierno soleado con alguna nube, eso sí lo sabía, esa información si estaba casi completa. El resto, lo que nos rodeaba, lo que había pasado justo antes y justo después de “el momento” era algo borroso en mi mente.
Sonaba música de fondo, lo sé por qué la puso nada más llegar, no porque fuera capaz de identificar que música era, sería rock, porque le pirra, pero ahí termina mi recuerdo.
Habíamos hablado, fumado, reído, y follado de unas cuantas maneras, disfrutando de esa tarde, que es en lo que se basaba nuestra relación, por ponerle un nombre, una etiqueta.
Dos personas que se atraen, se entienden y comparten sexo y poco más. Si, no hay vuelta de hoja. Cada uno tiene su vida, la que hemos elegido y con la que estamos a gusto y la que seguirá siendo igual, continúen o no nuestros encuentros.
Y con todo esto interiorizado y claramente entendido, mi cabeza decide una y otra vez evocar “el momento” ese que probablemente marque mi vida para siempre.
Entré en el salón, cerré la puerta y ahí estaba el esperando fumando un cigarro desnudo y apoyado en el marco de la puerta.
Mirándome. Me acerqué a la mesa, cogí otro cigarro y me lo encendí mirándole a los ojos, me encanta mirar a los ojos y si la otra persona se deja mucho más. Tendió su mano a mi cintura y la recorrió hasta que agarro mi muñeca y tiro de ella hasta llevarme a su lado, juntos.
Pegados, Sin dejar de mirarnos, en silencio, con la música de fondo. Y empezamos a movernos, a bailar. Muy juntos, pegados, piel con piel. No sé el tiempo que pasó, podría haber sido una vida entera, y no me hubiera parecido mucho, o solo unos minutos.
“El momento”, Nuestro silencio, nuestras miradas, nuestras manos unidas, nuestros cuerpos juntos tan pegados que solo parecía uno, nuestra respiración acompasada.
Miro dentro de mí, de mis sentimientos, de mis pensamientos, para saber si algo ha cambiado y no , no ha cambiado nada todo sigue igual, solo hay un “momento” que guardo con celo en mi memoria, solo eso.