Historia de una foto

Es como el final de una película. Su último fotogramas y se funde a negro.

Saben que es el final, lo sabían según iba acercándose el desenlace.

No querían verlo, siempre gusta ver las pelis hasta que terminen.

Era previsible.

 
Una vida juntos, una buena vida juntos.

 
Pero que no llena. No es una maravillosa vida juntos.

 
Tomaron caminos diferentes hace mucho tiempo. Esperando una señal que les hiciera parar o por el contrario continuar, pero con ganas.

Nunca llegó esa señal.

Vidas paralelas casi plenas, empañadas por la decisión correcta.

Vida juntos casi completas, a falta de determinación.

 
Y así es como poco a poco se termina.

 
Sin dramas, sin reproches, sin dolor, sin ganas.
Una última vez. Un último día. Una última tarde juntos.

Y su imagen se difumina, se oscurece, se va.

 
Solo ellos son dueños de su final y de su futuro.
 

Despedidas

No me gustan.

Y aquellas que ponen un puto Intermedio, sobre la incertidumbre de si habrá otro vez, esas  son las peores.

En ellas, el silencio es muy denso, es incómodo y lo inunda todo.

Los minutos previos son duros, sabes que hay que decir adiós, sin saber si será o no la última, o el tiempo será poco, demasiado o insuficiente, hasta una próxima.

Y puede llegar a ser frío, puede que parezca que el instante hasta llegar ahí al final  haya sido insignificante.

 
Pero no, los momentos más intensos son aquellos en los que cualquier forma de hacerlos llegar al final es mala, porque nunca deberían llegar ahí, a los finales.

Y aún así llegan y nos cuesta el hasta luego , el adiós, el ya nos vemos.

Porque querrías que fuera un , no hace falta que te vayas, que termine , quédate.

 
Pero no lo es.

Hasta luego.
Adiós.
Ya nos veremos.
 

Sentirte

Acabas de irte y ya me falta el aire .

Tengo necesidad de ti. 

Me falta el contacto de tu piel contra la mía, juntas. 

Tus besos en el brazo, en el hombro , en la espalda.

Tus brazos apretándome tan fuerte que casi duele

Es algo que no puedo controlar. 

Es mi cuerpo el que lo anhela, es mi cabeza la que te sueña. Y yo solo puedo dejarme llevar por qué no puedo, ni quiero parar.

Quiero pasarme horas tocándote, descubriendo una y otra vez ese cuerpo que me conozco con los ojos cerrados.

 Acercarme tanto que solo con respirar tu olor se cuele en mi. 

Si lo pienso es casi enfermizo, pero también inevitable.

 Tu, todo tu, mío.

La respuesta a tu pregunta

 

- Hola, ¿Qué haces?

- Nada aquí queriéndote.

( Y ya no había más que decir. Porque ese querer va para largo , no es de un día, no es de un rato .

Es un querer de los que se quedan, de los que están, de los que crecen y no pasa el tiempo por él.

Te acompaña y te queda bien, te deja sonrisa, sensaciones bonitas, ganas de todo, ganas de más.

No tiene límite ni tiempo porque es propio para darlo.

 
Y hace feliz, que es lo que importante)

-Y aquí sigo, disfrutando de quererte.

Primeras veces

Esa sensación de nuevo, de diferente, de inesperado.

El cuerpo lo sabe casi antes que tú. El estómago se da la vuelta, nervios, ansiedad, felicidad, juntas o separadas, es muy posible que no sepas distinguirlo. Por qué se atropellan entre ellas.

La expectación por iniciar algo, te causa felicidad temporal que puede llegar a ser un terremoto de emociones. Tanto que muchas veces cuando queremos recordar esa primera vez, está todo nublado en nuestra cabeza.

Nos afanamos por aprovechar todo lo que nos pase, pero no lo fijamos , de ahí que a veces, cueste hacer memoria sobre detalles. Dejándolos fuera  del relato ocurrido.

Por eso me gusta escribirlo, y de un tiempo a ésta parte , hago dos cosas para que esas primeras veces, que además, personalmente me son importantes, no caigan en el olvido.

Intento vivirlo conscientemente, fijándome en los detalles , no dejando que pasen sin más.
y cuando ha pasado , dedico algo de tiempo a escribirlo. Sin mucha estructura , o motivo solo poner palabras a lo sucedido.

Luego días después, suelo leerlo y al hacerlo las memoria queda bien fijada , y queda un recuerdo completo. Y  a veces hasta una entrada de blog.

Me gustan las sensaciones de las primeras veces. 

Llorar de felicidad.

Se puede, sí.

Porque cuándo encuentras eso que te hace clic en la cabeza, en el corazón, que te llena tanto que no sabes ni como explicarlo, a veces hasta abarcarlo, lloras si, de felicidad y sonriendo.

Porque te das cuenta de que tiene sentido lo que sientes, lo das y lo que recibes.

 
Porque estás lleno de amor, felicidad, cariño, agradecimiento, de cada uno de ellos o de todo junto.

Porque te sientes invencible, fuerte y completo.

 
Porque el cuerpo se estremece con cada lágrima de felicidad que recorre más mejillas.

Porque estás donde habías soñado y ha llegado.

Y lloras. Mucho, muchísimo mientras no paras de reír.

 
Eso es llorar de felicidad

 

Siempre estoy.

Siempre estoy. Hoy lo he dicho dos veces, con estas mismas palabras.

 
Pero con otra frase de mismo significado, lo he debido decir un par de ellas más.

Y de repente, me he dado cuenta que estoy para todos, menos para mí.

Y me he hecho daño, y y me ha dolido.

Todo lo que no hago a los demás, lo que no me gusta que le hagan a la gente que quiero, me lo estoy haciendo a mí . A la persona que más tengo que querer, yo. Poniéndome delante a todo el mundo.

No es la primera vez que alguien me lo dice, pero si es la primera vez que me doy cuenta tan claramente.

Todos van antes que yo.

Pero ya no.

No me gusta sentirme la última.

No quiero sentirme la última.

Ya no.