Lo primero que me viene a la mente es el olor a madera, su perfume, la chimenea y algo de humo de tabaco.
Todos esos olores juntos, esa mezcla, eran tan característica, que solo tenían su nombre.
La temperatura era muy agradable, no había mucha luz, fuera llovía y las ventanas no dejaban entrar mucha luz a esa hora.
Con la excusa de enseñarme algo entramos hasta el despacho, tan suyo.
Todo organizado, un vaso con 3 dedos de whisky con mucho hielo y un cenicero con un cigarro a medias.
Esta y otras imágenes se me quedarían para siempre para formar el recuerdo de lo que fue.
Una conversación sin importancia, que se torna interesante, que nos hace sentarnos cerca , compartir vaso, risas y argumentos.
En qué momento lo inevitable pasa a primer plano, no sabría muy bien definirlo, pero pasa.
Y ya no habrá marcha atrás.
Besos, cigarros, abrazos, copas, gemidos, respiraciones entrecortadas, sueños, risas, promesas, silencios y horas, muchas horas juntos.
Tantas tardes de otoño.
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